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México no pierde la oportunidad de perder la oportunidad

26 de mayo de 2010

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En síntesis: o se prohíbe o se promueve. En México tenemos preferencia por prohibir, y nos negamos la posibilidad de convertir un problema en una oportunidad para que florezcan negocios y se generen empleos. El tema de las bolsas de plástico pudiera ser un ejemplo.

A partir del 19 de agosto próximo en el DF será un delito (menor) regalar una bolsa de plástico.

Parece que nuevamente comprobamos que los mexicanos no somos capaces de convertir un problema en una oportunidad.

El asunto deriva de una natural y válida preocupación para el cuidado del medio ambiente en cuanto al uso o abuso de la bolsa de plástico, pero da la espalda a una oportunidad, golpeando, de pasito, a un complejo empresarial de casi mil empresas productoras de la bolsa de plástico.

Por ende, están en juego 140 mil empleos entre directos e indirectos.

La manera en que el DF pretende atender el problema de contaminación generada por estos artículos que pesan entre seis y ocho gramos, y que pueden cargar hasta un millón 666 mil 666 veces su peso, puede ser que no resulte la más eficaz o la más indicada.

Porque otra cosa que nos enseña esta experiencia de la "guerra contra la bolsa" es que el mexicano sigue pensando que la única nación que enfrenta problemas es México y que solo tiene que encontrar las soluciones.

En Argentina andan por las mismas. Buenos Aires pregunta si cancelarle la visa a las bolsas de polietileno y agregarle una oxocombustión a las "nuevas" es la salida más conveniente.

En Irlanda se les ocurrió la misma salida por la que optó la capital más populosa del mundo (el DF): cobremos por la bolsa para desmotivar su uso.

Así, en efecto, su consumo se redujo inicialmente hasta en 90 por ciento, con las consecuencias visibles en la industria que abastecía a ese mercado.

Pero a los dos meses la necesidad fue más fuerte que la resistencia a comprarla, y a los seis meses el consumo comenzó a incrementarse de manera relevante, al extremo que al año se había elevado 5 por ciento.

Y a los tres años se consumía 30 por ciento más bolsa de plástico que cuando se pretendió restringir su uso.

Otras naciones pensaron de manera distinta para atender el mismo problema.

Dieron sustentabilidad al uso del plástico y mejor enfocaron las respuestas a su preocupación habilitando en la basura una oportunidad de negocio.

Es decir que demostraron que la basura tiene un valor. Y lo hicieron negocio.

Producir una bolsa cuesta entre 15 y 20 centavos, y hoy hay quien afirma que en el supermercado a quienes las quieran o necesiten se les cobrará entre 50 centavos y un peso la pieza.

Cada hogar mexicano, dicta el resultado de un estudio, consume o tiene contacto con 30 bolsas a la semana. Si fuera de a peso la contribución, cobro de la autoridad, debe suponerse, la familia tendría que pagar 120 pesos al mes si pagara sus bolsas a peso, o 60 pesos al mes si las pagara a 50 centavos.

Quien diga que no es una cantidad importante, considere que hay 15 millones de mexicanos que ganan menos de tres mil 500 pesos al mes.

Pues no falta quien piense que el asunto se soluciona regalando una bolsita poco antes de que ingrese al súper o al momento de pagar la cuenta de la compra.

Si a usted lo sorprenden regalando una bolsa de plástico fuera de un centro comercial, lo detendrán, le aplicarán una multa de entre mil y 20 mil salarios mínimos, y lo podrán privar de su libertad durante 36 horas.

O al menos eso dice la ley, que, por cierto, tiene pendientes, porque -explican a Universo Pyme- a la fecha, a semanas de que inicie el proceso de limitación de la bolsa de plástico, empresarios y autoridades no coinciden en cómo definir biodegradable.

Pero ése es sólo un punto pendiente. Hay más: por ejemplo, no hay NOM para las bolsas que tendrían que producirse desde ahora para abastecer un mercado (DF) para el que las bolsas corrientes y actuales salgan de nuestra realidad.

Aunque en el pecado llevaremos la penitencia. Sería probable que en el asunto de que las bolsas sean biodegradables nos salga más caro "el caldo que las albóndigas".

Pero el asunto de los desacuerdos no para ahí: tampoco existe consenso respecto a si la vía de degradación propuesta hasta ahora, la oxodegradación, es la más apropiada o la más recomendada.

O la más prudente en terrenos económicos, porque para producirla, al parecer, México tendría que importar componentes (metales pesados) que no existen en nuestro territorio, o al menos no en las cantidades necesarias.

Y otra: resulta que nadie conoce con precisión las consecuencias de este proceso de oxodegradación, porque para que se realice correctamente, y en el tiempo necesario, la bolsa tiene que estar en exposición al aire libre, y su degradación comprende una descomposición que puede hacer viajar esos componentes microscópicos por el aire y ser respirados por seres humanos.

No se sabe qué consecuencias trae esto a la salud. O a los mantos freáticos, que recibirían un proceso de degradación de un material que desprende componentes pesados.

Como usted puede apreciar, el asunto está más complicado de lo que se cree.

Sobre todo porque siguiendo al DF, ya hay intentonas de crucificar a la bolsa de plástico en otras plazas públicas. Hay que estar a la moda.

Y en la condena colectiva a la bolsa se van a llevar de corbata a una industria que en 90 por ciento de los casos es Mipyme.

Por ello un grupo de industriales mexicanos productores de la bolsa de plástico, en vías de crucifixión, se reúnen periódicamente en Arandas, Jalisco, para delimitar el Plan Arandas, del que tendremos que escribir en breve.

El tema de los industriales es demostrarle al país que hay oportunidades de negocio en esta misión histórica de sacar de la jugada a la bolsa de plástico. Hacer de un problema, una oportunidad.

Por lo pronto, no cabe duda de que en México no perdemos la oportunidad de perder la oportunidad, como diría mi muy apreciado Abraham Zabludovsky.